Sun Tzu y el Negacionismo

«El enemigo que actúa aisladamente, que carece de estrategia y que toma a la ligera a sus adversarios, inevitablemente acabará siendo derrotado«
Sun Tzu («El arte de la guerra»).

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Podría ser solo un rebrote pasajero, pero parece que el movimiento negacionista está en pleno proceso de reafirmación. Y nos referimos a ese colectivo que ha dejado de creer en los hechos contrastados por la ciencia para abrazarse a realidades alternativas mucho más estimulantes (por rebeldes y supuestamente revolucionarias): contrarios a las vacunas, cuestionando la emergencia climática, demonizando las radiaciones no ionizantes (wifi, móviles…), elucubradores de conspiraciones globales, etc. Están más presentes que nunca, y tienen cada vez más altavoces para hacerse oir. Así que, a pesar de tanto esfuerzo estos últimos años por promover la divulgación de la ciencia, resulta que nos están comiendo la tostada.

Si tan buenos somos, si tan listos somos, si tanta razón tenemos, ¿por qué nos cuesta tanto transmitirlo? ¿Qué estamos haciendo mal? Para empezar, veamos algunos datos de la encuesta de percepción social de la ciencia y la tecnología, que realiza FECYT (Fundación Española para la Ciencia Y Tecnología) cada 2 años:

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Si bien en los últimos 6 años el dato de ciudadanos interesados por la ciencia deambula titubeante alrededor de un 15%, los poco interesados han aumentado del 25 al 30%. La población que confía en pseudoterapias como la acupuntura y la homeopatía parece descender, pero se mantiene por encima de un sorprendente 25%. Un dato curioso es que a pesar de que los científicos están mejor valorados que nunca (4.5 sobre 5), casi un 60% de los mismos encuestados cree que tienen poco reconocimiento social. Un caso parecido a aquél de los documentales de La 2, que todo el mundo decía ver pero pensaba que los demás no. La realidad es que no los veía ni el Tato.

¿Qué se está haciendo mal con la ciencia? La respuesta fácil es buscar factores externos: falta de financiación, falta de apoyo político y mediático, algoritmos tóxicos en las redes que refuerzan ciertos contenidos y discriminan otros, falta de visibilidad pública en general. Yo estoy de acuerdo con todo eso, pero después del justo berrinche y de jurar en arameo, toca mirar hacia dentro: ¿qué se está haciendo mal con la ciencia, desde la ciencia?

  1. Pérdida de confianza.
    Es irrefutable que la ciencia ha aumentado exponencialmente nuestro conocimiento y calidad de vida, pero también es cierto que se ha convertido en un sistema extraño, no muy simpático y cuyos engranajes se mueven ahora en gran medida para autojustificarse en un sistema que arrastra demasiados anacronismos: las cuestionables políticas de posicionamiento en rankings, la presión por publicar constantemente, una impactitis basada en enquistados algoritmos bibliométricos, la brecha -aún- de presencia femenina en puestos relevantes, la investigación como un cazcaleo necesario para medrar en la academia y seguir produciendo doctores en masa. La impúdica y creciente avalancha de publicaciones científicas anuales (ahora agravado por la crisis del SARS-Cov-2) y la escasa o nula relevancia de la gran mayoría de ellas también distan mucho de proporcionar una mínima imagen de seriedad. Se ha convertido en una infernal y absurda carrera hacia una ilusión de excelencia.
  2. ¿Target, qué target?.
    Se hace últimamente mucho énfasis en la divulgación, en la transferencia del conocimiento a la sociedad. De hecho, hay muchas y loables iniciativas con este objetivo: charlas, galas, canales de youtube, blogs, programas de televisión, podcasts, incentivos académicos… Pero, ¿quién ve o presta atención a dichos eventos sino los ya interesados? Actividades divulgativas en las que frecuentemente se satiriza, se es condescendiente o abiertamente hostiles con los que no creen. ¿En serio, quién es el público objetivo? De nada vale el más ambicioso plan si al final no da resultados, y no lo parece a juzgar por las encuestas de la FECYT. Mucho me temo que todas estas ideas y proyectos divulgativos acaban siendo consumidos mayoritariamente por quienes ya pertenecemos de alguna forma al ecosistema de la ciencia. Como Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como.
  3. Ortodoxia.
    Me preocupa la peligrosa tendencia que observo en ciert@s paladines de la ciencia, a los que no puedo dejar de imaginar subidos al púlpito y practicando un proselitismo tan visceral como trasnochado. No se pueden arrojar las evidencias como agua bendita sobre los negacionistas, no se trata de practicar exorcismos sino de comunicar, persuadir, convencer. Las evidencias no son cruces ni balas de plata, no son versos sagrados, puesto que pueden ser limitadas, incompletas, cambiantes. Ya lo decía uno de los mayores divulgadores del siglo XX, el físico Richard Feynman: «Tengo respuestas aproximadas, posibles creencias y diferentes grados de certeza sobre diferentes cosas, pero no estoy absolutamente seguro de nada». La ciencia no es un dogma, sino un proceso de aprendizaje en constante evolución. Hace falta una secularización urgente de la comunidad científica, hay que devolverla a la aconfesionalidad, al terreno de las preguntas básicas y al mar de dudas que nunca debió abandonar.
  4. Mal de altura.
    También observo a menudo un embriagante complejo de superioridad en muchos hombres y mujeres de ciencia. No está en su ánimo convencer ni seducir a nadie, sino dejar constancia de sus amplios conocimientos, sacársela en cualquier momento y mostrarla al público sin pudor. Se sienten seguros sobre el suelo de sus aparentes certezas y no son conscientes del abismo que tienen bajo sus pies. Cuantas veces los árboles del saber no dejan ver el bosque de la ignorancia. Y las redes sociales se han convertido en un circo donde se suele hacer mofa de quién no milita en el mismo credo (científico). Las burlas, bufonadas y la falta de un mínimo respeto sabotean todos los hilos de comunicación y envían más y más soldados al otro bando. Y eso no parece una buena idea cuando estás perdiendo la guerra, no hace falta leer a Sun Tzu para darse cuenta. De hecho, la buena acogida que ha tenido el papel de Fernando Simón durante la pandemia ha sido principalmente por su humildad intelectual y sus respuestas siempre sosegadas y respetuosas. Ha sorprendido (agradablemente), y si algo causa sorpresa es porque no es habitual.

Nos quejamos mucho, y con razón, del negacionismo y todo el sistema que hay detrás alimentándolo y dándole fuelle. ¿Seguro que nosotros no formamos parte -involuntaria- de ese sistema? Hemos llegado a un punto en el que muchos se están retirando del campo de batalla, agotados de luchar y golpear siempre en el mismo muro. Tal vez deberían replantearse su estrategia de combate, que quizás hay otras formas de avanzar, que pueden haberse equivocado en el método, o en el objetivo, o en los medios utilizados. Abandonar no es una opción para ningún cienciófilo que se precie de serlo.

A lo largo de estos últimos meses hemos aprendido a mantener una distancia interpersonal de seguridad. Con el negacionismo, deberíamos aprender a mantener una distancia retórica de seguridad. No entrar al cuerpo a cuerpo, no insultar, no ridiculizar, no despreciar. Si tenemos educación, si tenemos valores, si creemos en el método científico, hagamos honor a ello.

Negar el negacionismo no funciona, hay que formular nuevas hipótesis. Hay que evolucionar.

2 respuestas a “Sun Tzu y el Negacionismo

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  1. Buenas razones, buena exposición.
    Aunque mucho me temo que predicas en el desierto. También el debate de la ciencia está crispado, mucho en determinados momentos, y nuestra sociedad (la española) ha optado mayoritariamente, creo, por dar la espalda al mundo de la ciencia.
    Fíjate, la buena impresión de Simón (coincido contigo en la simpatía que ha despertado en mí) lleva pareja una campaña de difamación incomprensible (y digo difamación por no usar calificativos más burdos).
    Creo que a tu análisis le ha faltado profundizar en los factores externos (o no tan externos) y mirar, por ejemplo, la educación y la divulgación con más detenimiento.
    De cualquier forma, te felicito. Es un placer leerte.

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    1. Ya sabes que este blog lo abrí entre otras cosas para poder disfrutar de tus comentarios. Desde luego hay que profundizar mucho más, y precisamente una de mis quejas es la superficialidad con la que se trata este tema, entre chanzas y descalificaciones más propias de púberes que de adultos. Pero bueno, predicar en el desierto al menos desahoga.
      Un abrazo, y gracias por estar ahí 😉

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