Francotuiteadores

«La vida no es ilógica, pero supone una trampa para los lógicos. Parece más regular y matemática de lo que es; su exactitud es evidente, pero su inexactitud está oculta; su absurdo acecha a la espera»

G. K. Chesterton (Ortodoxia, 1908)

 

En septiembre de 2018 fue detenido un experto tirador que planeaba asesinar al presidente Pedro Sánchez. Supuestamente era un lobo solitario, y para justificar su frustrado magnicidio decía que iba a «sacrificarse por España». No es cierto. Lo que quería era transcender, pasar a formar parte de la historia, pero no por defender España, sino por defender su España.

Estamos viviendo unas circunstancias que nadie podía prever, salvo los mentirosos y los  profetas ocasionales que acertaran a sacar la bolita ganadora. En un universo determinista todo está previsto, no es posible cambiar la sucesión de acontecimientos futuros, porque están inalterablemente condicionados por los acontecimientos del pasado. En esta filosofía, cualquier ente mágico que fuera capaz de computar en tiempo real todo el universo, podría calcular el devenir de cada partícula del mismo. Podría prever, por ejemplo, la evolución de un organismo nanométrico en un planeta gigantesco, dinámico, complejo, abrumador.

No sé si nuestro universo es determinista, pero sí  sé que no estamos ni por asomo cualificados para predecir lo que pasará. A lo sumo podemos hacer proyecciones, múltiples proyecciones divergentes en el espacio y el tiempo, y asignar probabilidades matemáticas a cada una, en base a datos incompletos. Y esto es algo que a menudo se olvida: nunca, nunca, nunca, tendremos TODOS los datos. Nunca. Y los que tengamos, serán de una fiabilidad limitada. Siempre.

Pero aquí estamos, encerrados entre las paredes de nuestro refugio, inventando el pasado y el futuro. Agazapados tras la ventana de nuestro móvil, acechando en las redes sociales, escudriñando al enemigo. Buscamos nuestra próxima víctima. Acariciamos suavemente la pantalla, y según vamos leyendo comentarios y titulares (que no el contenido), nos va subiendo la adrenalina. En pocos minutos nos sentimos ya preparados para la acción y, muy lentamente, levantamos el seguro de la prudencia. Hasta que por fin localizamos a nuestro objetivo: alguien que ha dicho alguna barbaridad, o que no se ha expresado correctamente, o que se ha equivocado, o que nos cae mal, da igual. Cargamos la municion: no más de 280 caracteres serán suficientes. Entonces, tras unos instantes de duda, aumentamos la presión del dedo sobre el gatillo. Enviamos. Y se acabó.

Es como un juego. Te encuentras bien, has liberado la adrenalina, guardas el móvil y sientes que has cumplido con tu misión, has restablecido el orden en este universo tenebroso. No es cierto. Lo que querías es transcender, dejar huella. Marcar el territorio. Querías decir la verdad, pero lo único que has hecho es decir tu verdad. Como todos. No vivimos en un mundo binario, de ceros y unos, nadie está 100% equivocado, ni tiene toda la razón. La verdad suele estar ahí en medio, en algún lugar esquivo, difuso y en constante movimiento. Está en la cuerda floja que une ambos extremos, intentando guardar el equilibrio mientras no paramos de sacudirla. Es en cierto modo una verdad cuántica, en la cual nunca podemos con saber con certeza si el gato está vivo o muerto. Pero cuantas veces no habremos sacrificado a ese pobre gato en el altar de la razón absoluta.

Y aún siendo conscientes de ello, mañana volveremos a desenfundar nuestras armas de destrucción masiva, y buscaremos nuevas víctimas a las que acribillar desde la distancia con nuestro incierto legado aforístico y proverbial. Dejaremos constancia de nuestros augurios bajo la luz de una supuesta superioridad moral y pedagógica, ignorando una vez más la única verdad:  nuestro teclado es predictivo; nosotros, no.

 

2 respuestas a “Francotuiteadores

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  1. El hecho de que no publicites tus entradas, hace que no las lea de forma inmediata, lo cual no sé si me molesta, porque hace que tarde un tiempo en disfrutar de las mismas. Creo que luego me siento compensado, porque te leo con sumo gusto.
    Me gustaría poder sacar punta de tu escrito (por pura venganza, no creas) pero es que no puedo. Me parece que lo has clavado. No sólo retratas el hecho, sino que plasmas lo que siente el autor mientras lo ejecuta.
    Y dado que me siento retratado, no puedo más que intentar ser un poco (algo, no necesariamente siempre ni del todo, algo) más cauto la próxima que, parapetado tras mi móvil, tenga la tentación de convertirme en francotuiteador.

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  2. jajaja, si es que hay que quererte. Te voy a confesar un secreto, esta entrada es culpa tuya, empecé a reflexionar sobre esto cuando me regañaste (con toda la razón) por aquella mala contestación que le hice a un señor al que ni siquiera conozco. De hecho, lo he escrito para mi mismo, para recordarme más a menudo aquello de «memento mori», que todos somos mortales y falibles, y que hay que practicar más la empatía y mucho más la prudencia. Espero que cuando se me olvide esto, me lo vuelvas a recordar si es necesario.

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